jueves, 25 de enero de 2007

Número Extraordinario (Diciembre 2006)
Editado por la Amistad Judeocristiana de Madrid
http://www3.planalfa.es:80/cejc/Circular%20Diciembre-2006-web.htm

A Sor Esperanza,
siempre en nuestro recuerdo


El 31 de octubre el Señor llamó a Sor Esperanza y ella se fue silenciosamente como tenía siempre la costumbre de actuar. Hizo tanto bien por donde ha pasado con su sencillez, su discreción, su gran inteligencia y cultura, su delicadeza y ante todo con el amor que manifestaba a todos.
Desde su profesión en Paris donde había pasado el noviciado, estuvo en varias casas de la Congregación de Nuestra. Señora de Sión, en Francia, en Túnez y en Jerusalén. Sin embargo la mayor parte de su vida, 30 años, la pasó en España entre Madrid y Barcelona.

Sor Esperanza llegó a Madrid en octubre de 1959, cuando el proceso del nazi Eichman, que se celebraba en Jerusalén, era pretexto para una nueva manifestación de antisemitismo en todos los Medios de Comunicación.
Rápidamente, como hacía todo lo que emprendía, Sor Esperanza intervino en el Ministerio de Información y Turismo y se suspendieron los artículos que provocaban sentimientos antisemitas.
Luego nació la primera Amistad Judeo-Cristiana de España en cuya fundación Sor Esperanza, junto con amigos de la Comunidad Judía de Madrid, tuvo un importante papel.
No fue únicamente en Madrid, sino en muchas ciudades españolas, donde Sor Esperanza dio conferencias, llevando el ideal del respeto y del entendimiento entre judíos y no judíos.
La idea de fundar un centro de estudios más profundos del judaísmo y de las raíces judías del cristianismo fue también su idea. Este centro fue erigido por el Arzobispado de Madrid en “Centro de Estudios Judeo-Cristianos” que hoy, gracias a todas las riquezas espirituales e intelectuales nos legó en herencia, puede desarrollarse tal como se conoce en España y en el extranjero.
De la Entesa Judeo-Cristiana que fundó en Barcelona, nos hablarán ciertamente los que allí trabajaron con ella.
Sor Esperanza nos dejó también muchos artículos en la revista El Olivo, de temas tan diversos como la mística judía y cristiana, los filósofos como Emmanuel Levinas, sabios de la edad de oro del judaísmo español o de la época actual como Abraham Heschel y también sobre el Israel moderno. En total son 23 artículos de una rica enseñanza para los que queremos desarrollar nuestras relaciones.
También lo son los dos libros que escribió, el primero “¿Silencio o ausencia de Dios?” un ensayo sobre el problema de Dios después de Auschwitz, en la obra de tres autores judíos contemporáneos, en los que subraya tres respuestas: “la confianza incondicional en Dios” de Wiesel, “la esperanza en el hombre” de Bloch y “la disponibilidad total respecto a Dios de Neher”.
En el segundo libro “Aportación de un judío a la Iglesia” analiza con gran claridad el pensamiento de Jules Isaac y su contribución a la Declaración Conciliar “Nostra Aetate”.
Solamente podremos agradecer a Sor Esperanza su legado, si continuamos trabajando para desarrollar un conocimiento cada vez más profundo de las raíces judías de la fe cristiana y unas relaciones de respeto, colaboración y amistad con la comunidad judía. Sor Ionel

Emocionado recuerdo de Sor Esperanza
Dicen que la desaparición de cada persona querida deja un hueco en la vida de los que la sobreviven. Depende de cómo se entiende tal hueco, en todo caso esto será cierto en cuanto a la vida diaria, donde por supuesto la presencia se echa a faltar. Pero en el pensamiento no hay tal laguna, la memoria conserva en sus estantes multitud de huellas, vivencias, lecciones aprendidas, la imagen de una sonrisa, la luz de una mirada, la resonancia de una voz. ¡Y cuántos gestos de magnanimidad! Lo que se percibe no es carencia, sino toda una plenitud, y agradecimiento inmarcesible por lo recibido.
Son premisas que me sugiere el óbito de Sor Esperanza, y comparten conmigo esta sensación cuantos la hemos conocido en Barcelona. Han sido muchos años de devoción a una causa y a una ideología, de dedicación plena e incansable al servicio del conocimiento y del respeto mutuo sin hacer distinción entre confesiones o concepciones diversas de la existencia, con su ejemplo de amor a la vida y al prójimo.
Imposible resumir aquí las dádivas de una trayectoria tan larga, rica y fecunda. Para su centésimo cumpleaños (febrero de 2004) nos reunimos con Sor Esperanza en su retiro de Bayona un grupo de amigos judíos de Barcelona, y durante el viaje cada cual evocaba sus recuerdos: las visitas de la hermana a los ancianos o enfermos, sus sacrificados viajes a diversos lugares de Cataluña para la preparación previa de aquellas memorables excursiones de arte, divulgación histórica y confraternización interconfesional, sus doctas y sin embargo entrañables conferencias, las muy numerosas veladas basadas en la noche del Séder (la Pascua Judía que también Jesús celebró), la luminosa belleza de sus acuarelas, y muchas otras cosas que no caben en estas apresuradas notas.
Hace veinte años Esperanza Mary escribió, sobre Jules Isaac, La aportación de un judío a la Iglesia (y vale la pena releer el prólogo de su editor Rafael Vázquez acerca de la autora). Alguien deberá un día escribir un libro titulado La aportación de una monja al entendimiento judeocristiano.
El recuerdo de Sor Esperanza, junto al de las Religiosas de Nuestra Señora de Sión que durante décadas compartieron con ella sus afanes y tareas, Sor Soledad y Sor Xaverita, arderán siempre como una mecha en nuestro corazón.
Jaime Vándor (Barcelona)

Hace más de veinte años conocí a Sor Esperanza y mi trato con ella fue bastante intenso pues convivimos en el Centro una temporada, así como con Sor Ionel y otras Religiosas.
Compartimos momentos de oración, mesa y mantel, actos culturales y sobre todo largas charlas que nunca olvidaré.
Con su dulce mirada (“que a mi me recordaba a la Imagen de la Virgen de la Capilla”) te hacía relajarte y sentirte tranquila, cómoda y feliz. Su conversación siempre amena, constructiva y amable te transportaba a un espacio superior, como si salieras de este mundo tan difícil y duro y entraras en otro, amable y sin problemas.
En cuanto a su inteligencia, ¿qué voy a decir?, para mí es difícil de calificar.
Dios nos la dejó muchos años porque creo que era muy necesaria para todo el mundo, e hizo tanto bien que ahora se la ha llevado, mientras dormía, directamente al Cielo. ¿Por qué la iba a hacer sufrir más? Ella lo dio todo y a todos a lo largo de su intensa vida.
La última vez que la vi fue en Bayona cuando cumplió 100 años. Ya estaba algo delicada y “viejecita”, pero su cara y su sonrisa seguían siendo las mismas de antaño. Como un Ángel … la Virgen de nuestra Capilla.
Sólo nos queda, más que pedir por ella, rogarla que cuide de nosotros y que desde el Cielo nos guíe y nos eche una mano para seguir luchando en este mundo que sigue siendo tan difícil y tan duro, o más, que hace veinte años.
Nunca la olvidaré.
Pilar Velasco

Sor Esperanza Mary
Desde el momento en que la conocí, Sor Esperanza suscitó en mí un sentimiento de respeto por su saber y de confianza por su cercanía y buen hacer. Con la delicadeza y la suavidad que la caracterizaba no dudaba en preguntar e inquirir hasta hacerse una idea completa de lo que uno decía o pensaba sobre un tema o un problema, para entonces aportar, humildemente pero con decisión, su opinión sobre el asunto. Su libro sobre Jules Isaac (La aportación de un judío a la Iglesia, Riopiedras 1986) fue para mí una verdadera revelación clarificadora: de forma concisa y sistemática, con palabras y textos del autor judío, Sor Esperanza repasaba y rebatía uno por uno todos los tópicos antijudíos tan enraizados en el mundo católico y aportaba además la correspondiente visión positiva. En la comprensión y valoración del Judaísmo hay en mi vida un antes y un después de la lectura de ese libro. Gracias Sor Esperanza!
Luis-Fernando Girón Blanc

In Memoriam
El recuerdo del pasado termina cautivándonos. De igual manera su memoria causa soledad al que lo ha perdido. El recuerdo de Sor Esperanza reproduce soledad y me cautiva a la vez. En ella perdimos los antiguos fundadores de la Amistad judeo-cristiana un trozo de nuestra vida de los que quedan los recuerdos del corazón. Es muy hermoso recordar lo que hemos amado. Calderón llamó a la memoria alhaja de desdichados. No obstante, la tristeza nos obliga a recordar y a rezar.
RECUERDO a Sor Esperanza en momentos de felicidad, cuando un pequeño grupo formado por judíos, religiosas de Nuestra Señora de Sión y sacerdotes alumbrábamos en Madrid la Amistad Judeo-Cristiana. La recuerdo rezando cabizbaja mientras los hermanos judíos cubrían su cabeza, cantando con ellos en al sinagoga, celebrando nuestros pequeños éxitos cuando removíamos en conferencias y coloquios alguno de los muchos prejuicios antijudíos, que los siglos depositaron en el corazón cristiano; viéndola con la faz iluminada en la paraliturgia judeocristiana en Santa Rita, en la que por primera vez en varios siglos habíamos rezado juntos judíos y cristianos; la recuerdo tratando de consolarme ante el dolor sufrido, la recuerdo caminando por las calles y plazas de Madrid pregonando su mensaje de amor al primer pueblo de Dios.
IMAGINO a Sor Esperanza mirando al cielo de Francia donde había nacido, con sus ojos penetrantes, cara de buena y pasitos cortos pensando en Aquel que dirige las estrellas, añorando los buenos tiempos del carisma que había profesado, reviviendo el amor con que escribió el libro La Aportación de un Judío a la Iglesia, pensando acompañada por las hermanas ancianas, en un tiempo que no volverá. Me imagino a Sor Esperanza, camino del centenario de su vida, confundiendo tantos buenos recuerdos con su corazón, levantando el vuelo de su fantasía hacia el encuentro con su Dios.
VEO a Sor Esperanza convertida en luz diciéndome ahora: el cielo es amor, claridad, felicidad, infinitud, eternidad… el cielo es Dios. Mi ordenador no es capaz de expresar los sentimientos del cielo. Nadie puede describir el cielo de Sor Esperanza. Mi emoción sube de punto pensando en el judío Jesús, que saliendo a su encuentro y cambiando algún tanto las palabras que nos dejó en el Evangelio, le dijo cerrando sus ojos a la luz del sol: Ven, bendita de mi Padre, porque has amado mucho a mis hermanos.
P. Jesús Álvarez Maestro

Con profunda tristeza hemos recibido la noticia del fallecimiento de Sor Esperanza. Sor Esperanza, a quien hemos conocido, era una persona que luchó en todos los foros por el entendimiento entre católicos y judíos, reconociendo que los raíces de las dos religiones tienen la misma fuente: el Dios único de Abraham, Isaac y Jacob.
Estamos seguros que el alma de Sor Esperanza está recogida en el seno de Dios, desde donde puede actuar a favor de la misma labor que ella desarrolló en este mundo.
Katy y Joseph Bohrer

"Me temo que este homenaje va a ser más personal que enfocado hacia la inmensa tarea desarrollada por la Madre Esperanza Q.E.P.D.
Casi mis primeros recuerdos son a la edad de cinco años, como todos, y esos primeros recuerdos incluyen a una monja que venía a mi casa a charlar con mi padre, yo no sabía entonces de qué, y que al final de su visita insistía en sentarse en mi cama o en la de mi hermana, hacernos una caricia, darnos un beso o varios, y hablarnos con cariño. Y yo le preguntaba a mi padre si siendo judíos estaba bien ser amigos de las monjas ... Mi padre sonreía.
Con siete años, en 1962, me expulsaron de clase por negarme a leer un libro de texto que contenía referencias al sacrificio ritual de niños cristianos para que los judíos bebiéramos su sangre. La Madre Esperanza me acompañó al Liceo Francés para explicarse con la dirección del Centro, a petición de mi padre. Ver a esa mujer francesa de alta cuna reprender con amabilidad y firmeza a mis profesores y directores fue toda una experiencia, pero ya no le pregunté a mi padre el motivo de nuestra amistad con ciertas monjas.
Poco sabía yo de la exitosa campaña emprendida por la entonces Amistad Judeo-Cristiana para modificar los libros de texto ofensivos hacia nosotros.
Los destinos me llevaron a estudiar en otras latitudes, pero a mi regreso a España, y tras mi integración en las estructuras de la Comunidad Judía, pude seguir comprobando la labor extraordinaria que realizaba. Poco antes de su jubilación tuve ocasión de intervenir con ella en la repuesta internacional a la crisis abierta por el Convento de las Carmelitas en Auschvitz: yo argüía a favor de la universalidad de la oración a un mismo D., y ella hablaba de la precedencia judía en todo lo relativo a los campos de exterminio. Y yo me decía, que tonto sería yo a los cinco años ...
Cada vez que volvía a Madrid, pedía verme. Su fuerza de fe me permitió sobrellevar la muerte de mis seres más queridos, porque yo sabía que ella también los amaba sinceramente. Quince minutos con ella eran un regalo en un día muy ajetreado. Me seguía mirando con esos ojos claros, evocando mi niñez y dándome paz.
Cuando Sor Ionel me comunicó la noticia de su fallecimiento, no pude contestarle. Todavía no puedo. Sé que hizo un bien inmenso, pero los que lean estas líneas me perdonaran que sólo recuerde ahora el amor sincero de una monjita que me daba besos antes de acostarme".
Mauricio Toledano

Al principio de los años 60, y poco después de nuestra llegada a Madrid, conocimos mi marido y yo a Sor Esperanza de Sión.
En aquel momento surgían en España brotes de antisemitismo, tanto en la televisión que empezaba, como en varios libros de texto en colegios privados. Un grupo de personas de buena voluntad entre las cuales destacaron Sor Esperanza y mi hermano Samuel Toledano, decidieron entonces iniciar una lucha en contra de todos los prejuicios raciales y religiosos. Un poco más tarde se unió a ellos, a su llegada a Madrid, Sor Ionel Mihalovici, y junto realizaron una magnífica labor de acercamiento entre judíos y cristianos.
Sor Esperanza unía a una gran cultura un notable don artístico. En Rosh Ha Shana, el año nuevo judío nos enviaba unas preciosas tarjetas dibujadas y pintadas por ella. Recuerdo también entre tantas horas inolvidables vividas en el Centro de Estudios Judeo Cristianos a dos conferencias de Sor Esperanza. En la primera, cuyo tema era la historia de las puertas de Jerusalem, unió el dibujo a la palabra. Colocó un gran lienzo en la pared y dibujó en él a todas las puertas de las murallas. Después las describió una por una haciendo referencia a la historia de cada una. En otra habló de dos escritores israelíes contemporáneos, Amos Oz y A.B. Yoshua, analizó sus obras con mucho amor. Destacó como lo habían hecho los escritores israelíes, las dificultades y los problemas que asediaron a Israel antes y después de su reconocimiento por las Naciones Unidas.
Sor Esperanza vivió su larga vida en varios países; Francia, Túnez, España y en todas dejó un recuerdo imborrable.
Stella y Joe Lasry

Una mujer bíblica
Como la conocí en buena salud y hace tantos años dejé de verla, me pregunto ahora cómo vi a Madre Esperanza cuando la conocimos.
Mujeres bíblicas, nos parecieron las Hermanas de Nuestra Señora de Sión, brotadas de las páginas del Libro Sagrado.
Suavemente, Sor Esperanza nos envolvió a judíos y cristianos en una atmósfera de amistad, cristalizada más tarde en el Centro de Estudios Judeo Cristianos, ahora sostenido por Sor Ionel. ¿Que si era inteligente? Hasta impresionarnos. Y siempre humilde; sin alzar la voz, impulsó media docena de iniciativas entonces impensables.
Sor Ionel avisa que Madre Esperanza ha muerto. Desde la Otra Orilla está con nosotros. Nos acompaña su amabilidad, su saber hacer, su talento. Sembró generosamente. A judíos y cristianos españoles nos hizo pasar de respectivos monólogos desconfiados, a un diálogo de conocimiento mutuo.
Me atrevo a pedir a Sor Ionel que me envíe una foto de Madre Esperanza: quisiera ponerla de señala libro entre las páginas de mi Biblia; ella es para mí un símbolo claro de la suprema Alianza, con el Señor y con los Hermanos.
José María Javierre (Sevilla)

Conocimos tarde a Sor Esperanza Mary, cuando ya residía en Bayona, pero aun en activo y con deseos de servir a la amistad entre judíos y cristianos, carisma al que consagró su vida, como modélica Hermana de la Congregación de Nuestra Señora de Sión. Sor Esperanza tuvo la gentileza de trasladarse a Valencia en compañía de Sor Ionel para impartir sendas conferencias, una en Abril de 1996 y otra en Marzo de 1997.
Así los miembros de la Amistad Judeo-Cristiana de Valencia tuvimos el privilegio de conocer a la que sin duda fue pionera y fundamento de las amistades judeo-cristianas en España. Reconocimos a una persona excepcional, que aunaba la inteligencia y la erudición con un corazón de oro, una persona que con su sola presencia y su limpia mirada, irradiaba paz, un alma blanca -Hada del Espíritu, la llamó Jaime Vandor- Los días que estuvo con nosotros, fueron pletóricos; junto al embeleso de las conferencias, la recordamos como una jovencita de noventa y tres años paseando por las calles de Valencia, entre pasacalles de música y tracas en las Fallas, así como el tiempo que estuvo en nuestra casa y la grata impresión que causo a nosotros y a nuestra hija que todavía pregunta por ella.
Su memoria sea bendita y que su labor fructifique para que haya mas religiosas como sor Esperanza Mary en la Congregación de Ntra. Sra. de Sión.
Paco Fontana y Rosa Vinat


Sor Esperanza Mary nació para amar y se atrevió a vivir para amar con la misma espontaneidad que una niña juega, con el mismo empeño que una mujer trabaja, con la misma entrega de la que sólo son capaces algunos seres excepcionales.
Su relación con el amor fue durante toda su vida en esta tierra, un verdadero idilio. ¿Se imaginan ustedes amando al amor? Pues ella lo consiguió. Y desde entonces ya no pudieron vivir el uno sin el otro. Se necesitaban, se complementaban y acabaron siendo uno. "Te desposaré para siempre, -se susurraban al oído, haciéndose eco de la promesa de Dios a Israel en boca de Oseas el profeta del amor, te desposaré a precio de justicia y derecho, a precio de bondad y cariño, me casaré contigo a precio de fidelidad y conocerás al Eterno".
De ese infinito amor nos hablaron las palabras y los silencios de Sor Esperanza, sus escritos en poética prosa, y sobre todo su dulce y limpia mirada, siempre buscando a Dios en el corazón de los hombres.
Creadora e inspiradora de la Asociación de Amistad judeocristiana en cuyo seno tuve el privilegio de conocerla, supo contagiar a todos sus colaboradores, su férrea determinación en el combate contra el antisemitismo y en la lucha por el mutuo aprecio entre judíos y cristianos.
Sintió como propia la angustia del hermano judío incomprendido, discriminado, perseguido y desde entonces, no calló. No le importó nunca el color del solideo. Dirigiéndose por igual a rabinos y obispos, les habló de su sueño y les contagió su dulce energía.
Por eso quizás hubo en la vida de los numerosísimos amigos de Sor Esperanza un antes y un después de conocerla. El antes quedó atrás. Importaba el después: esa mirada nueva que ella supo enseñarles a posarse acariciándolos, sobre el mundo y los textos sagrados, prescindiendo de tabúes y mitos, de tópicos y recelos. Había nacido una mirada dirigida sencillamente al hombre, muy parecida a la de sus bellos ojos cuando descubrían un cielo por fin habitado.
Quedamos a la espera de su próximo mensaje, el que ha de brotar de la siembra que puso en nuestros corazones.
Baruj Garzón




En recuerdo de las muchas pinturas, expresión de su sensibilidad artística que Sor Esperanza nos dejó, reproducimos una de sus acuarelas preferidas.

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